Proyecto Iberá

En el año 1983 el Gobierno de la Provincia de Corrientes creó la Reserva Natural del Iberá con el fin de proteger una de las reservas naturales de agua más grandes del mundo y con esto, proteger la variedad de flora y fauna que habita en los espesos bosques de la localidad de Colonia Carlos Pellegrini a 120Km de la Ciudad de Mercedes.

Esta red de humedales que abarcan entre los 15.000 y 25.000 km² la cual se desconoce su proceso de formación, se conforma por una parte de bosques en tierra firme y otra de embalsados como llaman los habitantes locales. Los cuales tienen origen en los camalotes, con una cantidad de tierra depositada por el viento haciendo que gran cantidad de plantas, inclusive árboles (laurel y ceibo) crezcan en él, es decir, que tan solo basta con un viento fuerte para que se abran algunos canales y se cierren otros. Lo que hace difícil memorizar caminos de acceso, sin embargo los antiguos cazadores sabían manejar con exactitud estos cambios; cuenta Bruno, ex-cazador y nativo de una localidad llamada Concepción Yaguareté-Corá. Se trasladó hacía Carlos Pellgrini hace muchos años, acontecimiento que remonta a la

época de la colonia en la que la dificultad para acceder a la zona de los esteros del Ibéra hacía que sólo algunos pocos pudieran asentarse en —aún entonces— ese místico lugar en donde se escuchaban gritos, que se piensan que provenían de los indígenas Guaraníes de los que ahora sólo se conserva su lengua y alguna que otra tradición disfrazada de actualidad.

El principal motivo que provocaba el interés de la población era la caza de animales para diferentes usos, pero para 1970 que según Bruno, fue construido un puente que permitió el acceso, hizo que se aumentara desmedidamente la cifra de animales cazados. Por esta razón, antes de nombrarse Patrimonio y reserva natural se comenzó a prohibir esta actividad, con algunas excepciones para familias de bajos recursos y por tiempo limitado.

Tiempo después todos los cazadores conformaron un grupo de guardaparques que se disponían a proteger la zona gracias a los conocimientos que habían adquirido. Algunos retirados y otros en servicio, hacen que sea una experiencia inolvidable para aquellos que disfrutan estar en medio de la naturaleza y caminar por el hábitat de los monos aulladores que miran con curiosidad mientras se alimentan a las horas de la tarde cuando está por atardecer.